Llevo poco más de dos días insatisfecha con nuestros acostumbrados
encuentros cada mañana, en el gimnasio, después de almuerzo y antes de irme a
dormir; y hoy, con lágrimas en los ojos quiero pedirte perdón. Quiero abrazarte
fuertemente hasta fundirnos en nuestra totalidad, aceptando cada una de las
partes tal y como son: imperfectas, pero únicas e irrepetibles, grandes,
suaves, algunas duras y otras blanditas, naturales y finalmente nuestras, y por
eso, solo por eso, simplemente maravillosas. He sido dura y podría decir que
hasta cruel con esa mujer que se refleja en el espejo, conmigo. Ahora lo
reconozco con algo de vergüenza porque soy consiente de que no ha sido mi
mirada, sino la de una colectividad adicta a las formas y fanática de una
estética irreal, la que ha hecho los juicios que han generado en mí este
espantoso descontento al cual hoy renuncio irrevocablemente.
Quizás sea verdad, quizás tengo unos kilos de más como resultado
de haberme saboreado la vida con una excelente compañía. A lo mejor no tengo un
tono de piel parejo porque esta vez el sol, a diferencia del pincel de
Photoshop, no dejó su huella ordenadamente y con la misma intensidad en todos
los pliegues de mi cuerpo. También es cierto que por estar explorando y descubriéndome
en el mundo, tengo ahora unos morados y raspones muy poco atractivos
decorándome los brazos y las piernas. Es verdad, la mujer que se refleja hoy en
el espejo no es una mujer perfecta, pero nunca lo ha sido y afortunadamente
nunca lo será, porque serlo implicaría dejar de ser YO.
Por eso quiero pedirle perdón a esa mujer, a mi mujer. A la mujer
que esta última semana he observado, y al mismo tiempo regañando por no
ajustarse a unos estándares que definitivamente no son los míos. No quepo y genéticamente
jamás podré caber en las medidas que exige una belleza lejana a mi verdad. No
quepo pero tampoco estoy interesada en caber, si para eso tengo que adelgazar
los cachetes en que termina la sonrisa que me produce la cucharada final de un
postre; no me interesa, si para hacerlo debo incrementar mi rutina en el
gimnasio, disminuyendo así el tiempo que tengo en el día para escuchar las
historias de otros y apretar las manos de quienes me rodean. No, si eso implica negarme a andar en
bicicleta y disfrutar del viento pasearse por mis brazos, del sol colorear
arrítmicamente mis piernas y de uno que otro mosquito hambriento dejando la
huella de su visita. Definitivamente no me interesa caber.
No me interesa y por eso hoy me pido perdón. Me pido perdón por
haberme distraído en el reflejo de mis curvas y el relieve de mis cicatrices. Perdón
por olvidar que ese reflejo no eso otra cosa que el hermoso resultado de una
vida de aprendizajes y enorme gozo; de una invención constante de la mujer que
soy, que a veces se excede y se deja atrapar por la ansiedad, porque es humana,
porque cae en las tentaciones y no siempre sabe decir que no a tiempo, pero que
a la vez es capaz de reaccionar, parar y volver a empezar. Me pido perdón por
darle mas importancia a las voces de afuera, que a la melodía interior de mi
cuerpo que siempre me acompaña y sabiamente me indica el compas que mejor me
conviene. Hoy, compasivamente me pido perdón.
Pero de nada sirve el perdón si no hay reparación, por ende hoy
quiero volverme a mirar con amor y reconocer
en mi la belleza, única y diferente, pero bella. Reconozco que el
músculo mas definido que tengo es el de mi sonrisa, pues soy una mujer que
llora y se pone triste porque tiene problemas y dificultades, pero nada de eso
ha logrado robarme mi felicidad. Reconozco que tengo fuerza y soy capaz de
levantarme sin importar el peso de las circunstancias, porque además de contar
conmigo, estoy rodeada de gente maravillosa que me acompaña a dar mis batallas.
Soy linda con mi piel multicolor que se sonroja cuando estoy nerviosa, cuando
me em…pongo brava y me invade el pánico, y que después de respirar profundo
vuelve a su color natural. Soy bonita con mis dudas, con el pelo enredado y mis
principios claros. Soy loca, atrevida, desordenada, inquieta, sincera, torpe,
lanzada, terca y algo obsesiva… así soy, hermosamente imperfecta y en
construcción.
Entonces a ti, mujer del espejo, quiero agradecerte y pedirte
nuevamente perdón. Hoy te veo más allá del reflejo y recuerdo el camino que
hemos recorrido para estar aquí frente a frente, hoy vuelvo a tomarnos
fuertemente de la mano para seguir caminando a nuestro ritmo y con audífonos,
si es necesario, para que las voces de afuera sean solo ruido y nunca más se
conviertan en la melodía de nuestro propio baile.
(Me he permitido hacer pública esta carta que me escribí hoy, por
varios motivos: el primero es por que sé que esta es mi batalla, pero también
la de muchas otras mujeres que no caben y no cabrán. El segundo porque
considero que aunque una realidad no sea la nuestra, no quiere decir que esa
realidad no exista, y conocerla pueda que no la cambie, pero por lo menos nos
hará conscientes de la manera en como directa o indirectamente estamos ayudando
o empeorándola. Y el tercero, aunque podría decir simplemente porque me da la
gana, prefiero justificar esa gana con mi deseo e intención de ser una voz o
“letra” de conciencia que ayude a cambiar la manera en como estamos valorando
la belleza y en como nos estamos reconociendo ante nosotras mismas y la
sociedad.)
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