miércoles, 7 de enero de 2015

Y a propósito de propósitos...

Con la descubierta de la hoja de enero en el calendario, también se revela en nuestra mente una lista, a veces innumerable, de imágenes, acciones, anhelos, metas, que esperamos materializar o ver materializados a lo largo del año. Y luego de 12 meses transcurridos, nos sentamos nuevamente con la lista de frente, descubriendo que a diferencia de lo que creíamos, no está del todo chuleada, muchas veces ni siquiera la mitad de ella lo está y ponemos cara de sorpresa como si algo ajeno a nosotros hubiera fallado, pero que es lo que realmente pasó, por qué no se cumplió?

Me atrevería a decir que el éxito o fracaso de esa lista comenzó desde el momento en que le pusimos un título, sin realmente reconocer la diferencia o el significado de lo que allí escribíamos; por eso y con el fin de colaborar a que el próximo diciembre sean más las caras de satisfacción por lo logrado que las de resignación por lo que pasó, voy a compartir lo que para mi ha funcionado hasta el momento y es el método que he utilizado para acumular el mayor número de renglones chuleados por lista. Pero antes quisiera advertir que esto no es una fórmula infalible y que pueda no funcionar en todos los casos, pero que creo que tiene mucho que ver con la convicción y compromiso con que elijamos vivir y llevar siempre la lista debajo del brazo, no como cadena de fuerza pero sí como guía y luz del camino que emprendamos cada mañana al despertar.

Primero quisiera comenzar por aclarar algo básico pero a veces confuso, y es la diferencia entre propósito y deseo, porque es desde aquí que considero empiezan los problemas que nos afectan con la tarea. Un deseo es un anhelo que va siempre relacionado a un sentimiento, podríamos pensar que es el resultado de una emoción ya experimentada o conocida por referencia. No deseamos lo que no conocemos o sabemos que existe, y cuando lo deseamos es porque eso genera en nosotros una sensación placentera que satisface nuestro cuerpo, y a niveles mas profundos nuestro ser. Un deseo puede inclinar nuestra voluntad hacia determinada acción pero no es en sí un plan que ejecutemos para alcanzar algo, es simplemente la mentalización de eso que queremos.

Por otro lado, un propósito es un objetivo que nos planteamos para ser alcanzado durante un periodo de tiempo y espacio determinado. Es la intensión que tenemos de hacer algo para obtener algo a cambio, ya sea de índole material o espiritual. El éxito de nuestros propósitos esta directamente relacionado con el grado de compromiso que tengamos para cumplirlo; pero evidentemente no es este el único factor que lo afecta, también entran a jugar un papel importante factores como nuestra naturaleza, que determina ciertos límites biológicos que no podemos ignorar, nuestras destrezas o competencias y sobre todo nuestra capacidad y disposición para aprender y desaprender.

Teniendo en cuenta lo anterior, es fácil entender porqué no es lo mismo ni es indiferente escribir Mis deseos para 20XX o Mis propósitos para 20XX, pues es una cuestión que va más allá de la semántica y que tiene que ver si se quiere, con la “instrucción” que nos estamos dando respecto a esa lista que con tanta esperanza y energía hacemos.
Al titular la lista Mis deseos para 20XX, estamos exteriorizando, manifestado nuestros antojos, generalmente materiales, para ese periodo de tiempo. Lo hacemos con la esperanza o cierta confianza de que así se dará como respuesta del universo a nuestra petición, pues en realidad no tenemos muchas intensiones de hacer lo suficiente o algo si quiera para que estos deseos se vuelvan realidad, porque además posiblemente tampoco sabemos que podríamos hacer para que se dieran. Los deseos se convierten en aspiraciones que reúnen lo fantástico y lo ideal con lo posible y lo real dentro de un mismo paquete que pasa a ocupar un lugar netamente pasivo en nuestras agendas. Deseamos con convicción y entregamos esos deseos a la Voluntad Divina o al Universo asumiendo que eso ya es suficiente, y entonces nos sentamos a esperar a que lleguen a nosotros  por la virtud del merecimiento.

Y no está del todo equivocado pensar que así será, siempre y cuando esos deseos tengan un objetivo o cumplan con una función que esté alineada a nuestro plan, o mejor a ese Plan dispuesto para nosotros. Somos dignos de recibir todo aquello que nos sea imprescindible para cumplir con nuestro proyecto de vida; sin embargo también tenemos la responsabilidad de propiciar el espacio y el momento adecuados para que esto pueda llegar a nosotros de forma oportuna. 

Es completamente válido tener todo tipo de deseos del carácter y la dimensión que seamos capaces de imaginar, pero sólo debemos contar con que se harán realidad aquellos deseos por los cuales estemos dispuestos a entregar algo a cambio, no porque todo tenga un precio o deba ser luchado sino por el simple hecho de que nunca podremos sujetar algo nuevo mientras tengamos las manos ocupadas.  La medida de la posibilidad de los deseos se da en consecuencia de su utilidad para nuestras vidas, que en ocasiones parecemos no entender, especialmente cuando vemos que pasa el tiempo y nada que se dan.

Desear no es asegurar una nueva realidad, es solo abrir la puerta para que sea posible. El camino que une ese deseo con nuestra existencia es la combinación de acción, convicción, pasión y compromiso, que todos residen única y exclusivamente en nuestro interior y cobran vida gracias a la fuerza de los sueños y la energía de la magia que no se puede explicar ni razonar, solo experimentar con fe. De ahí que nuestra lista de deseos sea una lista creativa e impresa con pasión, pero a la vez alineada y coherente con nuestro proyecto de vida, con nuestra ruta, que como todo, puede y debe cambiar como respuesta a nuestros aprendizajes y desaprendizajes también.

Y ahora volvamos a los propósitos. Al titular la lista Mis Propósitos para 20XX  estamos casi que diseñando un mapa de navegación que nos conducirá hacia esa persona que queremos ser, hacia ese cargo, relación, estado, lugar etc… Podríamos decir que los propósitos son de alguna manera la forma en que podemos aportar a que nuestros deseos se vuelvan realidad; es la parte que está en nuestras manos y de la que somos responsables para que estos sucedan.

Hacernos un propósito es plantearnos un reto que pone a prueba ciertas capacidades y nos exige entregar nuestro mejor esfuerzo, que siempre se verá recompensado ya sea por la satisfacción del objetivo logrado o por el aprendizaje que el proceso nos habrá aportado. Todo propósito tiene un sentido y valor personal que no necesita ser validado o aprobado por nadie, pues lo que para alguien puede parecer intrascendente, para otra persona puede resultar crucial y en ambos casos tendrán la razón.

Como todo propósito requiere y demanda de un esfuerzo determinado, es importante priorizarlos de tal manera que podamos enfocar nuestra finita energía adecuadamente, para así no tener que renunciar a ninguno. Reconocernos íntegramente con nuestras limitantes y nuestras competencias, es la mejor manera de enfrentar los retos que cada propósito representa, sin asustarnos ni caer en la tentación de abandonar el camino. En la medida en que somos capaces de aceptar que siempre habrá algo nuevo que aprender y que estamos en un constante proceso de auto creación, lograremos disminuir la brecha que nos separa del feliz término de nuestros objetivos e incrementaremos nuestro poder dejándonos maravillar con lo que hasta entonces nos era desconocido.

Cuando exponemos nuestros propósitos, mas que ponerlos en riesgo o incrementar su vulnerabilidad, estamos permitiendo que lo que en algún momento respondía a un objetivo personal, entre a ser parte de un objetivo colectivo, lo que automáticamente nos permitirá recibir ayuda y apoyos estratégicos que nos liberen cargas para re direccionar nuestra energía hacia otros propósitos igualmente importantes.  Un propósito colectivo suele estar más cerca de ser realidad en tanto tiene a su disposición  mayor energía y atención; pero igualmente corre el riesgo de que el exceso de manos disponibles, lo pierda al dejarlo caer por entre los dedos de no haber el contacto suficiente entre unos y otros.

Ahora bien, pasando a la práctica comenzaré a contar la manera en que a mi me ha funcionado hacer mi lista de propósitos y deseos para iniciar un año y que espero les haga algo de sentido y les sirva para hacer la suya propia. No sin antes recordar nuevamente que ésta no es la única forma, es simplemente una forma más de la que doy fe, puede funcionar.

Empecemos entonces por los propósitos. En una hoja lo suficientemente limpia como para poder escribir claramente esa lista que estaré revisando constantemente a lo largo del año, hago un cajón con dos columnas amplias. En la primera columna pongo como título PROPÓSITOS y en la siguiente ACCIONES. Empiezo a enumerar mis propósitos dándole prioridad a aquellos con los que siento mayor compromiso o los que de alguna manera me significan un reto mayor. Por qué? porque con seguridad asimismo serán los beneficios que obtenga tras su cumplimiento. Una vez haya escrito todos los esos propósitos, nunca menos de 4 ni más de 8, al frente empiezo a escribir posibles acciones que me puedan ayudar a cumplir con ese propósito, tratando de que éstas sean muy concretas y específicas. Voy a poner un ejemplo que no corresponde con la realidad pero que ilustra claramente lo que quiero decir:
Propósito:
Ocupar el 10 puesto en la Maratón Atlética de la ciudad.
(Aquí expuse claramente el objetivo final que aspiro alcanzar)
Acciones:
+ Correr 4 veces por semana durante 3 meses y 5 veces durante los siguientes 2 meses previos a la maratón.
+ Incrementar mi masa muscular en un 8% con respecto a la actual.
+ Visitar un médico deportólogos que me oriente con el estiramiento adecuado para el ejercicio.
(Como pueden ver, las acciones pueden involucrar a terceros y no siempre hacen referencia a mis capacidades físicas tanto como a las condiciones del entorno en el que pretendo llevar a cabo dichas acciones.)

Cuando he completado las dos columnas, leo la hoja en silencio y nuevamente en voz alta para mi misma,  visualizándome en el momento en que ya los he cumplido y dejando que mi cuerpo sienta esa sensación tan placentera de satisfacción. A veces me ayudo trayendo a mi mente algún otro recuerdo de un propósito ya conseguido y lo revivo haciendo un movimiento leve y consciente que me ancle a ese momento, por ejemplo una pequeña palmada en la espalda acompañada de una sonrisa. Y esto para qué? pues bien, en planos todo luce perfecto pero cuando se trata de acercarnos a la realidad, aparecen las dificultades que nos hacen perder el interés o las ganas de continuar trabajando por ese propósito. En esos momentos es bueno volver a recordarnos esa deliciosa sensación y para eso usamos el ancla: volver por medio de ese movimiento leve pero consciente, en este caso la palmada en la espalda acompañada por una sonrisa, a experimentar en nuestro cuerpo la satisfacción que nos motivará a seguir en la marcha.   

Después de hacer este ejercicio, ubico la lista en un lugar lo suficientemente visible como para tenerlo siempre presente, pero lo suficientemente seguro como para que no se dañe con el paso de los días. Como pueden ver no es nada del otro mundo, es solo un orden diferente y tal vez más consciente de hacernos contratos personales con remuneración personal y supervisión personal; es una forma de disfrutar de la caminata con cada paso que damos sin esperar a  gozar solo al momento de la llegada a la meta.

Y en cuanto a los deseos, bueno en esa lista me permito algo más de libertad y mayor flexibilidad, pero no por esto menos compromiso o pasión. Empezando porque no lo hago a manera de lista sino más bien de dibujo o lo que es más conocido como mapa de sueños. En el centro ubico una imagen que represente mi mayor anhelo para ese periodo de tiempo específico, por ejemplo un corazón en caso de que sea el amor el mayor protagonista de mis días. Elijo un protagonista sin decir con esto que descarte otros factores, solo haciendo énfasis en que ese será mi motor, mi mayor movilizador durante mis actividades.

Una vez haya determinado ese centro, dejo que sea según mi intuición, la creatividad del momento la que me permita seguir ubicando a su rededor todo aquello que a consciencia, y por a consciencia quiero decir conectada no desde mi individualidad sino desde mi aporte con un gran colectivo y alineada con mi plan de vida, llegue a mi mente en forma de deseo.  Aquí quisiera detenerme para aclarar que no está mal tener deseos de beneficio personal, en lo absoluto, y que tenerlos no quiere decir tampoco que no estemos aportando con ellos a un bienestar colectivo. A lo que me refiero cuando hablo de deseos a consciencia, es de esos deseos que no sólo satisfacen un anhelo físico puntual o quizás fugaz, sino que con su llegada aportan a mi crecimiento como ser humano y por ende al bienestar colectivo. Hablo entonces de todo aquello que construye, que crece e inspira y que llena más que un espacio físico, que no responde a una necesidad superficial sino que alivia o recompensa el espíritu.

Junto a cada deseo que pinto, escribo o recorto y pego, hago una pequeña marca personal para darle mi toque, un toque de unidad a todos los deseos para que estos mantengan una conexión entre ellos y de esta manera logre yo con asertividad armonizarlos en mi vida sin perder el equilibrio entre unos y otros.

Estamos con esta última indicación llegando ya al final de este texto pero no quisiera terminar sin antes recordar que por encima de todos nuestros deseos y de todos nuestros propósitos, existe ya en nosotros un sentido de vida que nos hace estar aquí y ahora, y que la mejor manera de descubrirlo es atreviéndonos a vivir desde el servicio, desde la compasión de vivir en un solo cuerpo atado a millones de almas hermanas que nos hacen el todo del que somos parte.   



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