Viviendo
en esta hermosa sociedad he aprendido grandes cosas, entre ellas el significado
de algunas palabras que describen, al parecer, personalidades o maneras de ser
de las personas en general, a las que llamamos características. Pero hay
ciertas de estas palabras que me llaman mucho la atención por como varía su
sentido según el género de la persona a la que describe, es decir si esta es
hombre significa una cosa o si es mujer otra, y también sucede que si tal o
cual comportamiento viene de una mujer se le dice de una manera y si viene del
hombre se le dice de otra.
Curioso
esto, en el sentido en que siempre pensé que las características se referían al
objeto o sujeto descrito y no a su género o condición sexual. Pero para hacer
un poco mas claro lo que digo, utilizaré algunos ejemplos que me parecen algo
comunes y pueden ilustrar esto que digo he aprendido.
Supongamos
que en una situación cualquiera un hombre y una mujer son presentados y los dos
quedan con el número telefónico del otro. Esta mujer sintió una atracción por
el hombre y un día decide llamarlo para invitarlo a salir y lo hace. El hombre
algo sorprendido acepta la invitación y salen, por decir cualquier cosa, a
comer. Después de esta salida en la cual los dos se sienten muy cómodos, la mujer
decide volver a invitarlo a otro plan porque siente algo más fuerte esa
atracción.
Para
esta segunda oportunidad, el hombre se hace un poco el difícil pero termina
aceptando y salen. Vuelven a tener un encuentro agradable en donde hay algo más
de contacto físico pero no un beso aún. A este punto de la historia algunos
creerán que me he equivocado y que he escrito mujer donde debe ir hombre y al
revés, pero no, en esta historia así sucedió. La mujer está evidentemente
interesada en seguir conociendo al personaje y todo parece indicar que a él no
le es indiferente tampoco. Planeando una tercera invitación se abren dos
conversaciones que vistas desde afuera parecieran ser las mismas:
La
mujer: llama a una amiga a contarle la situación y la respuesta que encuentra
es, si lo llamas vas a sonar desesperada, va a pensar que eres una buscona.
Espera mejor a que sea él el que te busque, no hay que mostrar el hambre.
Después
de estas palabras, la mujer duda en hacer esa llamada para una tercera
invitación.
El hombre:
después de un partido de futbol y entre una cerveza y otra le cuenta a su amigo
que esta mujer lo está buscando, que han salido y que la cosa suena
interesante. El amigo le dice algo así como esa vieja tiene ganas, necesita que
le hagan la vuelta. Piense bien porque le vieron cara de novio. Después de esta
conversación el hombre empieza a pensar, o mejor solo piensa por un minuto
porque no se queda analizando mucho el tema, si así es ahora después puede ser
mas intensa aún y compromiso noooooo, yo no estoy pa’ compromisos.
El
comportamiento de esta mujer por ser mujer es catalogado como el de una mujer:
buscona, desesperada, ganosa, intensa etc…
Este
mismo comportamiento pero en un hombre sería catalogado de: valiente, esta
interesado, quiere algo, respetuoso porque no se lo pidió de entrada etc..
Resulta
que cuando una mujer es la de la iniciativa y da el primer paso para por lo
menos intentar una relación, ella está necesitada, pero cuando es un hombre
esta tragado o por lo menos interesado. Si una mujer propone el primer beso
después de una salida relajada, está ganosa y quiere sexo, si es el hombre el
que después de una caminada o una comida bacana se despide con un beso, es un
caballero. Si la mujer llama o inicia una conversación por whatsapp está
mostrando el hambre, pero si esto lo hace un hombre, él está buscando pista o
tanteando el terreno cortésmente.
Según
estas descripciones las mujeres estamos condenadas a esperar, a disponer
después de que el hombre propone, a aguantar el impulso que provoca un buen
encuentro y a disfrazar el interés para que no suene a desespero. Las mujeres
debemos seguir cumpliendo el rol de pretendidas sin intentar pretender a un
hombre que nos interesa porque entonces estaríamos mostrando necesidad, y esa necesidad
es la puerta para que nos usen o abusen.
El
papel de princesas que esperan a su príncipe azul, no al que quieren sino al
que las corteje porque es a ese al que sin opción, amarán o rechazarán, y no al
que realmente quieren enamorar, porque a ese no lo pueden ir a buscar,
definitivamente no le queda bien a todas las mujeres. No en especial a esas
mujeres que como yo no queremos un hombre que nos vea como su mayor posesión
sino como su mejor compañía; que no buscamos que un hombre nos adore como a esculturas,
sino a uno que nos respete y nos admire como talentosas bellezas.
Y si
por querer tener como compañero de vida a un hombre de verdad, de los que se
equivocan y amanecen con mal aliento, de esos que dicen groserías cuando se
pegan en el dedo gordo del pie o cuando se les atraviesa un carro; a los que se
les pasan de vez en cuando las fechas especiales, o que te sorprenden con una
cartera del color que no sale con nada, que te hacen una comida algo pasada de
sal; si por querer a un hombre que lo único azul que tiene es la uña machucada
o por aceptar que a veces es bueno ser la primera en atreverse y buscar
espacios para la conquista, y si por no quedarme sentada a que suene el
teléfono y ser yo la que llame cuando un hombre me interesa, si le demuestro
que me resulta atractivo y que lo encuentro interesante, si por todo eso seré
llamada regalada, atrevida, lanzada o desesperada, pues llevaré con orgullo mi
título porque prefiero ser feliz con mis imperfecciones que frustrarme buscando
una perfección que no sería capaz de sostener o peor aún, conformarme con el
que me miró y con el pretexto de que “peor es nada” aceptar al que me busca, en
vez de arriesgarme a ir por el hombre que yo elija, sabiendo que existe el
riesgo de que no sea mutua la atracción y también que hay hombres que se
encartan con mujeres que tienen determinación. Prefiero ser llamada buscona que negarme la
oportunidad de encontrar lo que deseo…
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