Terminar un año, cerrar capítulos y apostarle a nuevos momentos
para continuar con la eterna tarea de crecer, mientras caminamos y hacemos
camino. Al leer mi lista de propósitos para el año que estamos próximos a
terminar, concluyo que definitivamente la historia se escribe mientras se vive
y no mientras se planea, porque todo lo que es, lo que pasa, toma forma y
fuerza sólo en la medida en que el tiempo presente nos premia con la
posibilidad de vivirlo, y nosotros valientemente asumimos el reto.
Planear siempre será una buena forma de prevenir y organizar las
opciones de lo que queremos que ocurra, pero nunca garantía de que eso que
queremos que ocurra, verdaderamente sea así, tal cual lo diseñamos. Planear es
una estrategia muy valida para economizar recursos, elegir medios, encontrar
alternativas y sugerir rutas; es sin duda un acto responsable y en la mayoría
de los casos, consciente, que nos ayuda a organizar nuestros propósitos y
orientarnos hacia ellos. Sin embargo, no puedo dejar de reconocer la dificultad
que tengo para planearME. Soy adicta al momento, al presente, al ahora. Me
implica un gran esfuerzo hacer agenda a largo plazo para vivir mi vida, por lo
que prefiero ir actuando sobre el camino sin tanto protocolo y de cierta manera
improvisando con lo que hay y con quien estoy siendo. No por eso dejo de tener
metas, de soñar mañanas y de proyectar destinos, pero le huyo al detalle de lo
que puede ser, muy en el fondo creo que por el miedo a lo que pueda generar en mi
que no se den mis “planes”. Quizás también por no tener que hacerme o creerme
responsable de lo que no está en mis manos y mas bien ocuparme al 100% de lo
que sí puedo cambiar y sobre lo que sí tengo algo o todo el poder.
Escribo lo anterior mas que como una justificación a lo que para
muchos será falta de visión o miedo a las responsabilidades, como una
explicación para mi misma del porqué de mis propósitos algo abstractos e
inmateriales. Me entiendo ahora como una aficionada y hasta obsesiva con moldearme
como una escultura que nunca estará terminada, o a la que por lo menos no creo
alcanzar a ver lista. Mientras tanto me disfruto el proceso de diseño y
reformación, viviendo intensamente el agotamiento, la desilusión, el
entusiasmo, la satisfacción, la euforia, la alegría y en general todas y cada
una de las sensaciones y emociones que llegan a mi a lo largo de la travesía.
Con el paso de los años, que por alguna razón parecieran ser mas
cortos que antes, he descubierto que mis propósitos y deseos de año nuevo son
cada vez menos costosos pero mas valiosos, más sencillos pero requieren de mí,
mayor esfuerzo y compromiso. La mayoría se relacionan con los demás y lo demás,
pero dependen de mi y de ahí mismo parten. Cada año que pasa la lista se vuelve
mas concreta y cumplible, en tanto va, en su mayoría, enfocada a un objetivo en
común que tiene mucho que ver con la plenitud de mi ser, con la felicidad.
Siento cada vez mas la necesidad de alivianar mi equipaje, de soltar y dejar
atrás mucho; de abrirme a lo que venga sin afán de atrapar nada… solo mi
profundo deseo de seguir descubriéndome en este mundo cambiante, de
desaprender, de compartir y sobre todo de DEJAR VIVIR.
Me sorprende también con el paso de los años que cada vez es más y
más lo que desconozco, lo que puedo volver a reconocer y lo que está conmigo,
pero antes no era consciente o simplemente no lo recordaba. Me desconcierta
seguir sorprendiéndome de la existencia, de la mía y de la de los demás y lo
demás; de la inmensidad, de la belleza de lo imperfecto y de la magia de la
vulnerabilidad incesante que nos hace paradójicamente grandes y capaces. Cada
vez me enamoro mas de la vida y disfruto de la muerte que me permite volver a
nacer diariamente, abrazando mis miedos e invitándolos a conversar, a veces,
solo cuando estoy valiente.
Y bueno, retomando mi revisión de propósitos para 2015, se apodera
de mi una enorme complacencia y sentimiento de gratitud por todo lo vivido
durante estos 300 y tantos días. Fue un año de aprendizajes, logros, satisfacciones
y planteamiento de nuevos retos y compromisos para el año que viene. Un año
difícil de definir en una sola palabra e incluso de sintetizar en una frase
como he solido hacerlo en años anteriores… ha sido un año diverso en el que he
sido una mujer indiscutiblemente feliz. Deja entonces para mi unos parámetros
bastante altos que me retan a hacer del año que viene uno excepcional, en donde
cada día sea la oportunidad única de reconocerme responsablemente y ser feliz
en el entorno, viviendo y dejando vivir. Por esto ahora mi mayor compromiso es
enfrentar mis dificultades, mis miedos, y gracias y a pesar de la incertidumbre
de lo que pueda venir, hacerme propósitos que me reten a dar lo mejor de mi
misma, a continuar moldeándome sin pesar o lástima, y en cambio sí sacando
provecho de la luz que hay en mi, reconociendo también la oscuridad que
humanamente me habita.