Leí
cierta carta que le escribe un padre a su hija después de haberse encontrado en
internet una incalculable cantidad de artículos dirigidos a las mujeres, en
donde aconsejan cómo conservar a un hombre a su lado y mantener intacto el
interés que ellas despertaron alguna vez en su pareja. Que triste pero que
cierto es la cantidad de tiempo que dedicamos nosotras en satisfacerlos a
ellos, casi como en una negociación de sentimientos semejante a cualquier fría
transacción comercial.
El
amor más sincero entre un hombre y una mujer y de una mujer a un hombre, sin
duda alguna es y será el de un padre por su hija y el de una hija por su padre,
y gracias a Dios doy fe de esto. No habrá hombre más interesado en una mujer
que un padre en su hija y por esto será siempre su mayor guardián y admirador,
aún cuando sea a su vez quien más le exija.
Soñé
mucho años con el príncipe azul hasta que descubrí que los príncipes se
enamoran de princesas y yo no quiero ser princesa. Soy una mujer de carne y
hueso que amanece despeinada, se tiene que depilar para ir a la playa y maldice
cuando se pega en el dedo chiquito del pie. Soy una mujer que acalorada se pone
roja y cuando maneja por mas de 30 minutos se baja del carro con la camisa
arrugada y los tacones en la mano. No soy una princesa y no quiero un príncipe
azul. Soy una mujer imperfecta y además en constante construcción que tienen
las rodillas raspadas de caerse por haber caminado fuera del camino trazado.
No
soy una princesa y no quiero un príncipe azul. Las calabazas sólo me han
servido para darle color a la ensalada y de vez en cuando para una sopa, aunque
no es mi preferida, pero nunca como carruaje para llegar a un baile jalada por
corceles blancos que después de las doce se convierten en ratones. Soy una
mujer que se toma el te, muchas veces a pico de botella y no en una tacita de
plata; que para comer torta de chocolate y entrar en los pantalones se levanta
por la mañana a hacer ejercicio y cambia la harina de la comida por una
aburrida porción de lechuga. Definitivamente no soy una princesa.
Soy
una mujer que baila al ritmo que le pongan, eso sí, sin tacones porque prefiero
la comodidad que el glamour que me dan 5 o 7 cms de más. Soy una mujer que usa la servilleta de tela
para limpiar el chorrión que hago cuando al envolver la pasta en el tenedor
saltan unas gotas de salsa y caen sobre el almidonado mantel. No soy una
princesa perfecta y no quiero un príncipe azul.
Soñé
por muchos años con el príncipe azul, pero hoy me he dado cuenta de que lo que
menos quiero es vivir en un castillo encantado complaciendo y haciendo
esfuerzos para mantener interesado al hombre que esté a mi lado. Quiero ser la
mujer que soy aun cuando no me entre la zapatilla y que al besar el sapo la
sorpresa que me lleve sea una infección en la boca y no su transformación.
Quiero tener a mi lado un hombre que vea el brillo de mis ojos y no de mi
gargantilla; que comprenda que mis lágrimas son el sudor de un corazón en
ejercicio y que sonrío no ante el flash de la foto sino ante la luz de los momentos
sublimes de la vida.
Quiero
un hombre a mi lado que no me abra la puerta del carro, eso yo lo puedo hacer,
pero que me abra las puertas de su alma y comparta conmigo sus sueños para
soñarlos juntos y trabajar por ellos. Quiero un hombre sincero que me pida la
mano no para ponerme una argolla sino para tomarla entre las suyas e invitarme
a caminar e ir descubriendo el mundo y construyendo nuestro propio hogar.
Quiero un hombre imperfecto que me enseñe a apreciar, que se ría de mis apuntes
aunque no sean filosóficos y no tengan nada de intelectual. No quiero un
príncipe azul, quiero un hombre de verdad.
Quiero
un hombre que no espere que le tenga planchadas todas las camisas, pero que con
toda tranquilidad sepa que jamás le arrugaré su alma; que tenga claro que si yo
cocino el menú no será muy vareado, pero que a mi lado siempre descubrirá
nuevos sabores. Quiero un hombre que no me prometa estar conmigo el resto de la
vida pero que en cambio con su compañía, cada día sea el mejor de mi vida. Quiero un hombre que me acepte despeinada y
sin maquillaje porque entiende que mi mejor pinta es la transparencia de mi
corazón y esa sale con todo.
No
quiero un príncipe azul porque no soy una princesa, simplemente quiero estar
con un hombre que se deje amar y ame con alma, vida y corazón; que comprenda
que nací mala para ahorrar y por eso no me contengo cuando se trata de
entregar; que le canto a la vida sin pensar que tan bien se escucha, que regalo
abrazos sin ser quincena, hago cosquillas sin batería y creo que la felicidad
si existe y vive dentro de mi.
Dejé
de soñar con el príncipe azul y ahora no pretendo aprisionar a un hombre ni
mucho menos desgastarme convenciéndolo de que me quiera, porque se que el amor
es libre y así como conquisté a mi papá, simplemente siendo, conquistaré al
hombre que esté dispuesto a emprender un vuelo a mi lado, en donde no habrá
falta seguros por más de que el camino sea incierto; no habrá hada madrina pero
nunca faltará la magia que se poza en la mirada del ser que cree y ama. No
quiero ser una princesa y por eso no busco un príncipe azul.